Es rara mi planta, la encontré tumbada en el baldío. Dicen que es de Neptuno. Tiene una belleza escondida que se devela a quien la contempla detenido. Es apachurrada, tiene sólidas ramitas grises y hojas muy pequeñitas.
Una virtud curiosa la hace despuntar. Cambia siempre su forma cuando aparece la adversidad. Si el clima esta seco, sus raíces salen a ras del suelo. Si le escasea el agua, sus hojas se transforman en espinas. Si me encuentro preocupado, sus flores se vuelven color turquesa. Si le transmito mi tristeza, se caen todas y queda sólo una de color amarilla. Por las noches extraña la luz y estira sus ramas tras la ventana buscando el reflejo de la luna. A la hora tercia, se inclina hacia el norte añorando un poco de sombra.
Pero hace días que no muestra cambio alguno, esta totalmente gris. La miro y la miro, y no hay muestras de su vitalidad. A veces pienso en devolverla al baldío. Pero me detiene un crujido seco que hacen sus ramas por las noches, cuando pienso en aquello que no me animo.