« Entradas publicadas por gerbusMostrando 11 a 14, de 14 entrada/s en total:
20 de Diciembre, 2011 · General |
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Decían que estaba loco o venía de otro mundo. Antes del amanecer se lo divisaba apilando los ladrillos. El espectáculo intrigaba a la vecindad que acudía a ver su trabajo. Cerca de cincuenta años llevaba haciendo lo mismo. De vez en cuando alguno le preguntaba el sentido de su rito: “no hace falta decir, sino solo interpretar” - respondía. Todo el mundo lo conocía como el “Marciano Santillán”.
Un grito de alegría fue el acontecimiento novedoso. El grito fue tan intenso que la gente salió de sus casas. “¡Dos millones de ladrillos, he conseguido mi fin!”- alcanzó a decir mientras se desplomaba en el piso. Había dejado los ladrillos apilados en grupo y una nota que colgaba en la pared: “Cien casas pueden hacerse para los pibes que mueren de frío. Menos podría haber vivido si cada cual hubiese aportado su ladrillo. No hace falta explicar sino sólo interpretar”. |
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gerbus a las 19:56 · Sin comentarios
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20 de Diciembre, 2011 · General |
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El Procónsul se situó frente al río. Su rostro sudaba en frío al pensar las insospechadas consecuencias que le traería cruzarlo. Ante la fiereza del agua, su ejercito tiritaba de miedo. El líder temía, pero al castigo de la guerra. Miró hacia el horizonte y obstinadamente divisaba la otra orilla. Giró su torso y contempló la discreción de los suyos. Levantó su dedo y sacudiéndolo enérgicamente dio la orden de traspasarlo. Ya estaban en la otra orilla, la gloria y la muerte se abalanzaron sobre ellos como perros hambrientos. “La suerte esta echada”se le escuchó aseverar cuando la gloria le trepaba por su pecho. |
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gerbus a las 19:52 · Sin comentarios
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20 de Diciembre, 2011 · General |
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Se amaban con locura, pero el amor les había llegado en tiempo de infortunio. Estaban atrapados en un acantilado y tenían que saltar al vacío. Ella le decía: “te amo y cuando hayamos saltado podremos vivir en plenitud nuestro Amor”. El le decía: “te amo, pero ahora es el momento de la plenitud, el saltar hace incierto nuestro destino”. Al fin los dos se pusieron de acuerdo y convencidamente decidieron saltar. Ella lo hizo con la esperanza de llegar al agua y estar con él para siempre. Él lo hizo con la nostalgia de quien tiene que cotejarse con lo incierto. El instante que duró el salto fue eterno para los amantes, alcanzaron a fundirse en un abrazo intenso y finalmente se estrellaron contra una roca.
Alcanzaron a acariciarse, a besarse, a tomarse de las manos. Él la miro a sus ojos y le dijo: ¡Que paradoja, el acantilado se antepuso a nuestro Amor! Ella le respondió: el acantilado somos nosotros y aquí estamos, muriendo por Amor. |
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gerbus a las 19:50 · Sin comentarios
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20 de Diciembre, 2011 · General |
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Todas las mañanas antes del desayuno, el Papa realizaba un paseo por la Plaza. Esperaba ansiosamente ese momento tan cotidiano.
Para la ocasión no se colocaba el anillo, ni su capa, ni su sombrero. Clandestinamente se acercaba al umbral de la puerta del palacio y cuando estaba a punto de atravesarla, súbitamente se le aceleraba el corazón. Con un pie afuera sonreía animosamente. Sus ojos se cargaban de lágrimas al confundirse entre los caminantes, turistas y desconocidos.
Pero ésta, era una mañana distinta. Pisó la plaza con un agudo presentimiento que le estrujaba su estómago. Quiso hacer caso omiso al calambre, avivando precipitadamente su paso como quien quiere escapar de su destino. Al avanzar unos metros divisó a un hombre que silenciosamente se le acercaba. Tenía un aspecto distinto, aunque no mucho. Una sensación de desnudez le infringió su mirada. Cuando estuvieron frente a frente, las palabras incontenibles se amontonaron en su interior y bruscamente hicieron erupción: - ¡Jesús! ¿Dónde quedaron tus milagros?- , exclamó.
A su vez, el enigmático transeúnte mirándolo con ternura le dijo: - ¿Dónde atascaste tu barca, dónde están tus redes y tus sandalias?. Yo no hago milagros, solo soy carpintero.
Nuevamente como una descarga eléctrica el calambre le atacó su estomago y por primera vez sintió sopor de nostalgia por su anillo, su capa y su sombrero. Ya nunca más se lo vio dar vueltas por aquella plaza.
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gerbus a las 19:41 · 2 Comentarios
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Gerardo Ramón Bustamante
Micros, Relatos y reflexiones.
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