
Los pies se le llenaban de polvo y se le herían los talones con las rosetas del camino. Alcanzó la cima totalmente exhausto. En su morral llevaba el elixir. El hombre yacía tendido. Metió su mano en el morral para sacar el frasco. Al retirar el corcho, el recipiente se le deslizó por su costado y se quebró sobre una roca. La esencia le salpicó sus ojos, su pecho y sus brazos. Se inclino para mojar al enfermo pero no alcanzó a lograrlo. Sus brazos, ya tenían plumas, sus ojos ya miraban hacia lo alto y su cuerpo se alzaba en un rampante vuelo.