Se amaban con locura, pero el amor les había llegado en tiempo de infortunio. Estaban atrapados en un acantilado y tenían que saltar al vacío. Ella le decía: “te amo y cuando hayamos saltado podremos vivir en plenitud nuestro Amor”. El le decía: “te amo, pero ahora es el momento de la plenitud, el saltar hace incierto nuestro destino”. Al fin los dos se pusieron de acuerdo y convencidamente decidieron saltar. Ella lo hizo con la esperanza de llegar al agua y estar con él para siempre. Él lo hizo con la nostalgia de quien tiene que cotejarse con lo incierto. El instante que duró el salto fue eterno para los amantes, alcanzaron a fundirse en un abrazo intenso y finalmente se estrellaron contra una roca.
Alcanzaron a acariciarse, a besarse, a tomarse de las manos. Él la miro a sus ojos y le dijo: ¡Que paradoja, el acantilado se antepuso a nuestro Amor! Ella le respondió: el acantilado somos nosotros y aquí estamos, muriendo por Amor.